RAFAEL Y EL CEMENTERIO MÁGICO
Había
una vez un pueblo llamado Verdecillo, porque
casi todas las casas eran de
color verde, en una de ellas vivía Rafael, un niño canijo y de
débil aspecto. A Rafael le mandaron un trabajo para Halloween,
consistía en
ir al cementerio y escribir todo lo que viera.
El cementerio estaba en una
zona alejada y oscura
del pueblo, todo el mundo tenía miedo de ir porque era muy grande y
oscuro, lleno de telarañas y con
las paredes llenas
de moho. Tenía dos grandes portalones chirriantes. Aquel lugar
estaba lleno de tumbas con cruces, pero lo que no sabía nadie es que
a las 12 de la noche,
por arte de magia, aparecía un pueblo, pero no un pueblo cualquiera,
porque sus
habitantes eran zombis de color verde, fantasmas graciosos, calaveras
juguetonas, y vamoiros que chupaban el color rojo de objetos y
comidas, en vez de sangre. Rafael, un día, decidió ir para
hacer su trabajo.
Rafael
se escapó de casa a las 23:45, ni un minuto más, ni un minutos
menos, así que cogió una mochila y metió su estuche y su libreta,
y una pelota por si acaso se aburría. Cogió su bicicleta y se fue
al cementerio. Cuando llegó no había nadie y no podía entrar
porque la puerta estaba cerrada, esperó, esperó y esperó, y
después de unos minutos, a las 12 en punto, el suelo empezó a
temblar, y... por arte de magia, empezaron a salir: tiendas, bancos,
farolas... ¡¡UN PUEBLO ENTERO!!
-
Pero... ¿Qué es esto?!- Dijo Rafael.
Estaba
asombrado, inmóvil, no sabía que hacer, si huir o quedarse a ver lo
que pasaba. Se quedó pasmado, y un vampiro llamado Azteca, lo empujó
a entrar. Rafael, entró, y observó como una pareja de vampiros iban
a comprar tomates, también, como unos vecinos fantasmas criticaban a
sus vecinos zombis y como dos calaveras corrían y se les caían los
huesos.
Se
sentó en un banco hecho de huesos de calaveras, y al momento, se le
acercó una fantasma llamada Luna.
-
¡¡¡AAAAHH, ME QUIERE COMER!!!- Gritó Rafael.
-
¡Niño, no grites que me asustas!- Dijo Luna- No pienses que te voy
a comer, somos vegetarianos y nos encanta jugar.
Rafael
se tranquilizó sabiendo que eran vegetarianos, Luna le explicó que
era un pueblo mágico y que a las 12 de la noche, aparecía, y a las
6 de la madrugada desaparecía. Rafael siguió a Luna hasta su casa,
entraron, era muy espaciosa, pero con muy poco gusto, tenía un
sillón, una cama, un cuarto de baño y dos armarios, no tenía
ventanas y solo tenía una planta. Luna estaba triste y le explicó a
Rafael:
- Desde pequeña, no tengo amigos, me ignoran, por culpa de una calavera llamada Llavero, que le contó a todo el pueblo que yo le insultaba y pegaba a él de pequeño, pero eso es mentira. ¿Quieres ser mi primer amigo?
Rafael
se lo pensó muy bien, y dijo que sí.
Salieron
de la tumba, y Luna le enseñó su pueblo, la gente la ignoraba y le
hacían burlas, le decían tonta, sucia y maleducada. Luna se puso a
llorar, Rafael intentaba consolarla pero no había resultado. Rafael
observó a Llavero que se reía y burlaba de ella, entonces se le
ocurrió una gran idea: “sacar su pelota y darle patadas. La
fantasmita se secó las lágrimas y se puso a jugar con él. Todo el
mundo estaba con la boca abierta, una zombi, se puso a decir si podía
aprender a jugar a ese juego, luego otro, y otro, hasta que todos
los habitantes del cementerio querían jugar.
-
Enseñaré a todo el mundo que quiera, pero con dos condiciones: ser
todos amigos de Luna, y que Llavero diga la verdad –Dijo Rafael.
-
Yo mentí sobre lo de Luna, perdonadme, lo dije por envidia, por
favor perdóname Luna - Dijo Llavero.
Todos
los habitantes aprendieron a jugar al fútbol, e hicieron un partido
y ganó el equipo de Luna, por un gol que marcó ella con ayuda de
Llavero.
Rafael,
mientras tanto, escribió todas las cosas en su cuaderno. Como todos
fueron amables con él, les regaló la pelota al pueblo del
cementerio. Fueron amigos para siempre y Rafael se despidió de
todos, sobre todo de Luna, y se fue. Cuando llegó a su casa Rafael
pensó que todos los habitantes del cementerio serían sus amigos y
que iría a visitarlos dos veces en semana. Al día siguiente Rafael
le entregó el trabajo a su maestra, llamada Verónica, y él estaba
feliz porque había descubierto algo nadie sabía que existía.
AUTORA: María Muñoz López 6º B
María se inventó un cuento muy chulo. Merece que nuestro teatro sea sobre su cuento. Quedará muy bien.
ResponderEliminarMARTA MARTÍN FERNÁNDEZ 6ºB